Imagino en mi cabeza el mapa de España. Visualizo el epicentro de Madrid y las áreas que hemos recorrido desde AMEOTUR, nuestra querida Asociación Española de Mototurismo. Veo una que hace tiempo que no recorremos. Presenta una expresión de naturaleza única. Altas cumbres, verdes prados; pequeñas iglesias, antiguas civilizaciones; rebaños y gastronomía. Es la provincia de Toledo, en este caso con una corta entrada en Extremadura. Al margen del enclave multicultural de la urbe toledana, en la que se mezclaron civilizaciones, religiones y entramados sociales, Toledo asienta una de las más antiguas sierras y cunas de civilización. Son los Montes de Toledo. Es concretamente el Parque Natural de Cabañeros.
Allá iremos, y nadie mejor que el socio de AEMOTUR Mariano Pedraza para planificar una ruta por allí. Gran conocedor de la zona, su propuesta es inmejorable. No se trata de una ruta por el Parque Natural de Cabañeros, sino de una auténtica inmersión en la zona.
El sol aún no se había desperezado. Partimos hacia la sierra más antigua de la Península Ibérica. Tierra de historias y secretos. Tierra de cultura ancestral. Hoy bellos parajes protegidos.
Javier Garmendia
El sol aún no se había desperezado. Partimos hacia la sierra más antigua de la Península Ibérica. Tierra de historias y secretos. Tierra de cultura ancestral. Hoy bellos parajes protegidos.
A pesar de las bajas temperaturas, con el avance de la mañana el sol brilla y el azul domina el cielo. Los veinticinco moteros de AEMOTUR nos encontramos en Navalucillos. Pero antes, acorde a la libertad propia de nuestras salidas, algunos hemos querido poner el tiempo entre paréntesis para contemplar la estampa de las Barrancas del Burujón. El desvío es pequeño, la recompensa es grande. Camino del punto de encuentro circulamos junto al Tajo durante un tiempo. Leí que el río se cruzaba. Busqué la casa del barquero. Un tramo de pista nos llevó hasta allí. Efectivamente, una pequeña casa guardaba el cable a través del cual una barcaza de madera llevaba a los pasajeros de una orilla a otra. Un lugar de la historia local olvidado que recuperamos de nuevo.
En el bar de la plaza de Navalucillos el café caliente nos reconforta. Anécdotas de la mañana endulza la conversación como el azúcar nuestras bebidas. Juntos todos seguimos ruta.
Puertos como el de Robledo y el de Anchuras dejamos a nuestro paso; pequeñas carreteras y grandes paisajes. Solo cortas paradas para una fotografía fugaz aprovechando estampas evocadoras entre verde y azul; entre gris y marrón.
Sin tiempo para el descanso el Centro de Visitantes nos sumerge en la realidad del Parque Natural. Un imprescindible que agradecemos al organizador de la ruta, porque sin detenernos aquí sería imposible entender la realidad de la comarca que estamos recorriendo.
Más tiempo; nos haría falta más tiempo. Pero no tenemos. Casa Román espera con unos corderitos asados especialmente para el grupo de mototuristas, con sus asaduras y una buenas migas cocinadas al estilo de la tierra.
Queremos ver el atardecer desde lo alto del puerto camino de San Pablo de los Montes. La dehesa al norte, al sur la planicie en la que podemos ver -al fondo- las Barrancas de Burujón que visitamos al comenzar el día. El sol cae despacio. La imagen se guarda en nuestro recuerdo mezclando nuestra visión actual y la realidad imaginada tras las historias que nos contaron en el Centro de Visitantes.
Una experiencia más. Un poquito más vivos. Ya solo queda llegar a casa.