II Tintan AEMOTUR (Asociación Española de Mototurismo) para conocer la Comunidad de Madrid

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Llegó el momento de una ruta que se ha convertido en una clásica anual de AEMOTUR (Asociación Española de Mototurismo). Pese a su juventud, lo atractivo de esta actividad ha permitido que se convierta en una de las preferidas de los asociados mototuristas.

Tenía mi equipo formado. Buenos amigos, grandes moteros, compañeros en los que confiar: Marijose, Agus e Irene (aunque la primera finalmente no pudo acompañarnos). Al margen del nuestro, se formaron otros seis equipos más; como siempre, unos veinte mototuristas dispuestos a superar el reto de conocer a fondo las maravillas y secretos desconocidos del gran Madrid, como referimos a la Comunidad Autónoma.

Treinta y seis waypoints, como puntos de interés repartidos por toda comunidad. Algunos próximos y otros muy lejanos bordeando el perímetro. La estrategia de cada equipo sería la que definiría la ruta a seguir, cumpliendo el requisito de recorrer un mínimo de 20. El objetivo, conseguir la máxima puntuación teniendo en cuenta que los waypoints se repartían entre cuatro categorías. El único punto común para todos sería el restaurante de la cena, en el que deberíamos estar antes de las nueve. El Restaurante de la Real Hípica de Griñón.

Quedamos pronto, pese a que la noche anterior trasnoché. El reto estaba asegurado; sabíamos que no sería fácil. Nuestra elección fue comenzar desde el Sur hacia el Este recorriendo todos y cada uno de los puntos remarcados. Es una zona por la que transitamos menos y quería aprovechar la ocasión para conocerlos.

La Iglesia de San Andrés Apóstol en Cubas de la Sagra, la torre de Éboli en Pinto, el mar de Ontígola en Aranjuez, la increíble plaza mayor de Colmenar de Oreja y el Castillo de Casasola fueron nuestros primeros lugares recorridos. Al castillo no pudimos subir, porque se trata de una propiedad privada. Me quedé pensando en si la perspectiva norte sería más atractiva. No teníamos tiempo que perder, así que quedaría para otro viaje. Continuamos recorriendo la zona Sur hacia el Este para alcanzar el siguiente castillo: el de Fuentidueña de Tajo. Los siguientes pueblos ya los conocía, pero quería compartirlo con mi equipo: la Iglesia de la Asunción de Brea de Tajo y el monumento a los ojos. Siempre la misma pregunta: «quién y qué quiso expresar?». El calor no nos daba tregua, así que nuestro refugio fue Olmeda de las Fuentes, una villa particular de la Alcarria Madrileña. Su pequeño museo al aire libre en su entrada a la vera del río y la plaza bajo las casas blancas lo convierten en un pueblo especial. Recuperadas las fuerzas continuamos hasta la villa templaria de Santorcaz, presidida por la pequeña muralla, el castillo y la iglesia. Su lavadero histórico, a la salida del pueblo, tampoco es un punto a dejar pasar.

La planificación se nos complicaba. El reloj corría demasiado deprisa y los kilómetros demasiado despacio. Decidimos por consenso prescindir de los puntos de paso más próximos a la capital y dirigirnos rumbo norte hacia el mirador del embalse del Atazar. Sabíamos que ya no podríamos optar a la mejor puntuación, pero priorizamos llegar a la hora al restaurante. Desde allí, tomaría la única pista legal que nos conduciría hasta casi Puebla de la Sierra. Con eso lográbamos atajar unos cuantos kilómetros. En esta población hay un parque al aire libre que vale la pena recorrer disfrutando de sus esculturas. Sólo pudimos tomar un pincho de tortilla y una cocacola. No había más tiempo. Eso sí, disfrutamos de la plaza de casitas de piedra de uno de los pueblos más bellos de la Sierra Norte.

No había manera de controlar el reloj. Empezábamos a pensar que no alcanzaríamos el restaurante antes de las nueve, que era la hora máxima. Drásticamente y trabajando sobre la pantalla del gps, llegaron nuevas renuncias al plan inicial: no iríamos al molino harinero en las proximidades de La Hiruela. Éste lugar desde que lo conocí me ha parecido un lugar ideal para un picnic tranquilo en la pradera junto al río y el molino; para hacer una escapada tranquila. Pero no era el caso en el que nos encontrábamos ahora. La Sierra del Rincón es lo suficientemente entretenida como para dedicarnos a ella buscando el fortín de la Guardia Civil en Gandullas (accesible por una pista forestal), la Presa de Puentes Viejas y la necrópolis medieval de Sieteiglesias.

El calor comenzaba a desaparecer, en contra del cansancio. Apenas nos dábamos tregua. La comarca de Lozoyuela nos dio la bienvenida y alcanzamos el Monasterio de El Paular. Retornando un poco, la frescura del puerto de la Morcuera nos ayudó a mantenernos activos. Nos deleitamos con la panorámica de la metrópoli.

Otros puntos de interés singulares nos fueron sorprendiendo gracias a esta actividad organizada por la Asociación Española de Mototurismo. El puente de los once ojos de Soto del Real, el búnker de Hoyo de Miraflores y su cabina de libros. Cuántas veces hemos pasado por allí, y sin embargo no sabía de su existencia.

Nuestra última parada fue la Torre del Pan, en Arroyomolinos.

Justo, justo, entramos en el recinto de la Real Hípica de Griñón a las nueve de la noche. Cansados, pero satisfechos de la magnífica jornada de mototurismo que hemos pasado. Cada uno de los seis equipos tuvo su estrategia y sus visitas. Ahora sí podemos decir que conocemos mucho más nuestra preciosa Comunidad de Madrid.

A partir de ese momento quedaríamos en manos del buen-hacer de Florian, uno de los socios del restaurante. Él se ocupó de recibirnos como merecíamos después de una “titánica” jornada de moto.

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